Por Joaquín Morales Solá
Algún día alguien le preguntará a Cristina Kirchner por qué se olvidó de los derechos humanos mientras vivió en los imperiales aposentos del Kremlin. Seguramente responderá que ahí comenzó a arder ?como antes había terminado? el nuevo rescoldo del antinorteamericanismo planetario y que, por lo tanto, ella debía estar en ese lugar. Disidentes presos, periodistas asesinados, países vecinos invadidos por tropas rusas, nada de eso preocupó a la presidenta argentina a la hora de regatear los párrafos de un documento conjunto firmado con el neoautoritarismo ruso.
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