Desde mayo de 2003 hasta aquí, Néstor Kirchner arrasó con el funcionamiento de las instituciones y no dudó en usar las fuerzas de choque para aterrorizar a la ciudadanía.
Néstor Kirchner, el presidente de facto de la Argentina, es un insultador profesional. Lo primero -y casi lo único- que el país ha conocido de él, es la diatriba. La dirigió, primero, al adversario (en su idioma, el “enemigo”) ideológico. Luego se ocupó de los políticos que no se avenían a su proyecto de hegemonía. Después llegó la sociedad común, la que arrinconada por la inseguridad, la inflación, el aislamiento internacional, la mentira estadística y el atropello, empezó a retirarle masivamente su apoyo. Ahora las descalificaciones han alcanzado a su círculo más pequeño. Ya nadie puede dirigirse a él para pintarle un panorama más o menos cercano a la realidad. Luego de insultarlo de arriba abajo, le espeta en la cara su “connivencia” con el campo.
Sigue.
Fuente: Economía Para Todos
lunes, 23 de junio de 2008
La incapacidad institucional argentina
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