Por Nicolás Kasanzew
Escribo tratando de desembarazarme de la empalagosa hipocresía que chorrea de la radio, del televisor y de los diarios, como una melaza espesa y adulterada. Siempre creí que la muerte no convierte a un miserable en buena persona sino en un miserable muerto.
Néstor Kirchner fue, según mi exclusiva e intransferible opinión, una persona malvada, vengativa y mezquina. Un tipo básicamente destructivo y profundamente egoísta.
Dos de cada tres habitantes de este país tenía de él una imagen negativa, con niveles de desaprobación ciertamente dispares. De estos dos tercios, alguna porción probablemente importante debe compartir mi opinión sobre su persona.
Por supuesto, la muerte conmueve, hasta la del enemigo. Las personas de bien cubren con un tapiz de piedad los costados oscuros de los que mueren y prudentemente callan sus opiniones si estas no favorecen al muerto.
También es cierto que desde ciertas posiciones institucionales o representativas resulta sensato hacer comentarios de ocasión y presentar cristianas condolencias a los deudos.
Les hablaba de mi empalagamiento, porque desde ayer escucho hablar de un “apasionado luchador”, de un “político de raza”, de un “defensor vehemente de sus ideas” y varias otras calificaciones de tinte épico. Y estas calificaciones no provienen de sus partidarios (que por otra parte se turnan para llorar en la radio) sino de gente que hasta ayer luchaba para no ser destruida por las perversas andanadas del furor exterminador de Néstor Kirchner.
Escuchar a tipos como Scioli o Alberto Fernández (que han sido ninguneados, maltratados, desautorizados, erosionados, boicoteados, extorsionados y manipulados por el “apasionado luchador”), hacer pucheritos en la radio hablando del amigo que se les fue, me remite al trágico síndrome de la mujer golpeada. A ellos trato de comprenderlos desde la patológica necesidad que tienen los políticos, en especial los peronistas, de subirse al tren que más les convenga.
Ni que hablar de los muñequitos de torta que integran el gabinete y que compiten entre sí para ver cuál de ellos hace la declaración de dolor más desgarradora, mientras esconden la calculadora con la que tratan de deducir cómo quedarán parados en el nuevo escenario.
Sin embargo, la cobertura periodística parece reflejar la muerte de Juan Pablo II, en todos los medios, aún en aquellos que tuvieron que pelearla para no ser devastados por la furia vengativa del “político de raza” y sus Chirolitas. No me animé a sintonizar Canal 7 por temor al shock melífluo.
Los invito a hacer un breve ejercicio de inferencia e imaginar qué hubiera ocurrido si el muerto hubiera sido otro.
Por ejemplo si hubiera muerto Cobos:
· El Calafate estaría de fiesta, con banderines en la calle.
· Aníbal Fernández declararía que “el vicepresidente arde en el séptimo círculo del infierno, reservado a los traidores”.
· Página12 titularía: “Un traidor menos”
· Le negarían todos los aviones de la flota presidencial para el transporte del féretro a Mendoza
Por ejemplo si hubiera muerto Menem:
· Néstor concurriría al funeral sólo para hacer los cuernitos y tocarse los testículos para evitar la mufa, ante las risotadas de dos o tres “espontáneos”
· Página12 titularía “Murió el culpable de la miseria de los 90”
· En “6, 7, 8” harían un programa especial describiendo cómo Néstor y Cristina combatieron el neoliberalismo y fueron feroces opositores al difunto durante toda la década infame.
Y esto podría seguir. Sin embargo, quiero resistirme a tratar a los miserables con su misma miseria, porque me educaron de otra manera. Por eso escarbo en las profundidades de mi espíritu tratando de hallar algo de compasión.
Sólo encuentro un poco para nuestro país.
jueves, 4 de noviembre de 2010
Empalagosa Hipocresía
QEPD
Quiero aclarar que voy a escribir con las entrañas y que lo que voy a decir no es políticamente correcto. Es lo que siento y lo que alcanzo a razonar.
No voy a cambiar ahora mi punto de vista sobre NK.
Lo que pensaba el 26/10 lo sigo pensando hoy.
El tipo no me gustaba y por lo tanto sigue sin gustarme.
Que se haya muerto no agrega nada a la figura del sujeto.
Se murió, punto. Como nos vamos a morir todos.
Una muerte repentina no lo hace mejor.
No se murió Martin Luther King, ni Gandhi, ni la Madre Teresa.
Se murió un tipo que hizo de su vida política un enfrentamiento constante, que favoreció y estimuló las antinomias, que llenó de bronca, malos modos, desprecio, y falta de educación la sociedad argentina.
Se murió un tipo que se autodenominó como de la juventud revolucionaria y que en 1976 se escapó al sur ante el ruido del primer petardo, y fue amigo de los militares torturadores.
Se murió un tipo que se autoerigió como el defensor único de los derechos humanos, ignorando todo lo hecho por otros gobiernos, y al que nunca ante se le había conocido militancia social.
Se murió un tipo, que cuando ardían los cuerpos de 200 personas en Cromagnon, se escapó a refugiarse en su guarida sureña y que no apareció por la capital hasta tres días después.
Se murió un tipo que acrecentó su fortuna en 55 millones de dólares en dos años y que hizo desaparecer 500 millones de dólares.
Se murió un tipo que se agarró el testículo izquierdo cuando nombraron a un ex presidente en el congreso, dando muestras de su fascinante educación y que después negoció con el mismo ex presidente su voto en el senado.
Se murió un tipo que, lamentablemente, mostró lo peor de la sociedad en cuanto al respeto por el otro.
Se murió un tipo que a un porcentaje importante de la sociedad nunca respetó.
A la que siempre hostigó. Y no hablo de los que tienen guita, ellos se defienden solos. Me estoy refiriendo a los que simplemente no pensábamos como él.
Se murió un tipo que nunca debatió ideas. Que su forma de ejercer la política era tirar a la banquina al que no pensaba igual.
Se murió un tipo que no respetaba, al que no compartía su opinión.
Más cuando se trata de gente que ha influido o influye en las vidas de la gente común como nosotros, como son los políticos.
No me puse a llorar cuando me enteré, pero la verdad es que tampoco me entristecí.
No me conmueve ver a su esposa al lado del féretro, ni a Hebe de Bonafini llorar.
Se murió un tipo que a mí no me gustó nunca, a pesar que en algunos o muchos casos he estado de acuerdo con lo que hacía. Pero no cómo lo hacía.
No estoy feliz, ni triste.
Alejandro Borenztein
martes, 2 de noviembre de 2010
PÉSAME
MURIÓ KIRCHNER... ¿Y AHORA...?
No hay muerto malo ni niño feo
¡Ha muerto un cobarde!
Ha muerto quien, simpatizando con los terroristas Montoneros, cuando las cosas se pusieron “feas”, huyó al sur del país. A su natal Santa Cruz.
¡Ha muerto un miedoso!
Ha muerto quien siendo abogado, fue incapaz de presentar un solo pedido de habeas corpus en defensa de perseguidos por la “dictadura militar”.
¡Ha muerto un avaro!
Ha muerto quien se enriqueció esquilmando a deudores bancarios, haciendo uso y abuso de la Circular 1.050.
¡Ha muerto un enemigo de la democracia!
Ha muerto quien violó e hizo violar la Constitución Nacional.
¡Ha muerto un mercader de la muerte!
Ha muerte quien usó a los muertos y desaparecidos para contener mediante indemnizaciones y subsidios, a la izquierda mas violenta.
¡Ha muerto un falseador de la historia!
Ha muerto quien obligó a los medios a ocultar una parte de la historia reciente.
¡Ha muerto un enemigo de la Iglesia Católica!
Ha muerto quien atacó a la Iglesia Católica y a los valores que ella defiende.
¡Ha muerto un delincuente!
Ha muerto un acusado de infinidad de delitos, apañado por jueces timoratos o cómplices
Es triste la muerte de un ser humano. Pero mas triste es que haya muerto impune. Que haya muerto sin pagar sus delitos y sin pagar el daño que le hizo a la Patria.
Ahora debe enfrentar la bondadosa JUSTICIA DIVINA.
Que Dios se apiade de su alma
Orlando Agustín Gauna
http://orlando-gauna.blogspot.com/